Cuándo aquí. Hay calor.




Como sabrás en esta época del año el sol y la tierra intentan aparearse
y para ello requieren acercarse... nosotros personificamos el sudor que emana de su
juego de seducción.



Copyright (c) 2007 Pablo Linietsky

A



Dispuesto a escribir tonteras de imagenes no resistia la tentacion de arrojarme al sillon para enmudecer ante el resplandor de la pantalla.

Habitualmente recorria la casa andando de aqui para alla logrando disipar la atraccion por unos instantes sin ir mas alla de eso. Salia de la cocina para sumergirme en el living, tan solo para atravesarlo porque las habitaciones se precipitan y no queda mas nada. Pero eso me daba resultado, mi habitacion era el espacio donde todo lo tenia a la mano. Hasta las manos me respondian ahi dentro. Cuando entraba el aroma me azotaba y me debia escurrir entre los objetos desarmados en el suelo.

Eso si, nada de eso ocurria los dias en que la empleada genialmente dejaba todo resplandeciente, y lo que mas me impactaba era ver mi cama tendida con el acolchado perfectamente estirado. De cualquier manera siempre me las arreglaba para llegar a mi sillon negro donde me depositaba y con una mano en el teclado y otra en el piano pasaba la tarde.


Tuve suerte. Las cosas no cambiaron. Su orden si. Mi hermano que era ajeno a todo este sinsentido vino un dia a mi casa luego de habermelo rogado durante mucho tiempo.

Y asi como vino se quedo a dormir. A la semana siguiente ocurrio lo mismo. Y a la tercera semana de repetirse la situacion declare su lugar en mi habitacion; mi habitacion.
Los objetos en el piso, los edores adheridos, lo cama revuelta o estirada. Todo seguia estando, pero ya no tenia mas vida. Ahora la vida era mia.
Un momento. Andresito, ¿Ya te vas?.


Copyright (c) 2007 Pablo Linietsky

De Dos

Instante o no instante la extensión no es eso
El momento dura lo que la dureza le impone, pero el instante
Eso que insta a detenernos en la mirada no es menos
que la impronta a observar lo que viene

Semblante fruncido se contrae
para evitar la ceguera de lo invisible
Porque el tiempo es invencible
y el objeto se retrae

Total
Son cinco

Continua la rutina
Ya no observa lo futuro
El instante no se arruina
y el objeto se aproxima

Ni la mano al objeto, ni el objeto ante la mano
ahora la mirada se traslada a la expresión misma de la nada.
Pentadactilia bendita, que hasta cara nos haz costado.


Copyright (c) 2007 Pablo Linietsky

Lo Que Pasa


Hay un movil.
Se desplaza, sujeto.


La superficie, un entramado. Dimensiones cruzadas. Anudadas en infinitos puntos.

Pero es un instante. Imagen de dos entramados que al deformarse se separan.
Y en la division existencia se da al cruce.


No se trata de tiempos cronologicos. Son Conjuntos en movimiento.


El movil sujeto,
nosotros en el desplazamiento de "lo que pasa".

Copyright (c) 2007 Pablo Linietsky

Otra Posibilidad














Haroldo vivía en un mundo filoso.
Por la mañana abría los ojos y ni bien separaba los párpados veía la linea recta interior que le atentaba el mentón.
Ya era un día menos.
Por la tarde, cuando se levantaba de la siesta y rotaba su cuello para despejarlo de la pesadumbres observaba los marcos verticales mas próximos que le susurraban al oído.
Ya era medio día menos.
Por la noche cuando giraba el cuerpo para descansar la nuca no resistía investigar las fallas del marco superior.
Haroldo vivía en una ventana que quería ser mundo.
Sin embargo, un día que no me han precisado, Haroldo murió.
La ventana que se venia cerrando desde la lejanía transfinita finalmente toco su fin.

Y Haroldo no escucho mas los marcos verticales.

Copyright (c) 2007 Pablo Linietsky


Ella es eso. Todo lo que fluye cerca no tiene la posibilidad de no entrar en ella, o eso.
Es una gran fuente desdoblada sobre si misma donde todo cae, dejando solo a veces una pequeña abertura para ver lo que hay en ella.

Sin embargo las cosas en la fuente no Son, solo Hacen. La oscuridad del precipicio no permite que las cosas adquieran cuerpo, sino que la misma oscuridad les permite a las cosas realizar.

La oscuridad les permite Hacer sin Ser.

La oscuridad, el precipicio, el contorno, la contextura, el final, lo que permite Hacer, lo que permite no Ser,
y por sobre todo eso incógnito que le es inherente, hacen lo que ella Es;
Un precipicio de redondeada contextura e incógnito final, o un Agujero.

Copyright (c) 2007 Pablo Linietsky

“La mujer, cuando el músico es un gran maestro, disfruta de ser tocada.”

Era la celebre frase de un para nada modesto hombre de procedencia latina, probablemente italiano a juzgar por su nombre.

Un peculiar personaje que al mirarlo permitía imaginárselo pintado, con rasgos meticulosamente pensados y librados al azar. Su aparente inocencia dejaba intuir que su éxito con las damas no era fruto único de su belleza sino también de su destreza. Cuando casi por casualidad se encontraba mirando una preciosa mujer, era prácticamente instantáneo su actuar al conducir a la dama por una serie de senderos de cinco carriles con agujeros rellenos o no. Su métrica cadencia al andar inducía a la mujer a un sueño temprano, intotal e incompleto. Hasta que abruptamente esta se despertaba tras el estrépito de un movimiento transversal cual el golpe de unos platillos en figuras blancas.

Toda esta novelesca y fantasiosa realidad estaba envuelta de una bruma indecible que nunca estaba. Salvo cuando el silencio de su corazón reinaba.

Es innegable la artificial apariencia de su apariencia.

Don Giovanni a veces se preguntaba por quien era. Llegando recursivamente a la conclusión de ser Don Giovanni. Sin mucha más complicación quedaba satisfecho por su espectacular respuesta.

Sin embargo su dilema lo abrumaba cuando se cuestionaba por su creador, no su padre, sino Él. Un Dios de cabellos falsos y blancos, que jamás había conocido y mágicamente reconocía en su propia voz. Las cosas que decía estaban condimentadas de una sonoridad sumamente poética. La determinación de la música que emanaba de su voz no le parecía ser una casualidad del destino sino una determinación de su esencia. Sentía propiamente suya una mágica correlación entre su danzante seducción y la música que, resonante en sus oídos, lo insertaba en aquel estado de ebriedad del que jamás había escuchado.

En los primeros días del mes de noviembre, siendo el año 1794, Don Giovanni se encontraba recorriendo los lúgubres pasillos de la por aquella época moderna biblioteca de Strahov cuando, en el segundo piso del claustro común, queda atónito ante el tercer anaquel del ala izquierda. El volumen que lo había perturbado de tal envergadura tenia trazado sobre un cartón recién cortado la frase “So macht’s jede. Ein scherzhaftes Singspiel ... In Musik gesetzt von Mozart”. Esa tan resonante palabra final con la que se cerraba el titulo de esta peculiar obra también se encontraba, repetida, sobre otra pieza muy cercana, quizás demasiado.



Bajo un impulso de lo más oculto toma con delicadeza el segundo libro vislumbrado, y descubre con encantador asombro que la palabra no forma parte del titulo sino del autor, del nombre del autor. Aquel nombre que iba y volvía desde el fondo de su tímpano hasta un afuera de atmósfera en libertad.

Envuelto en un manto invisible fabricado en una trama cerrada condicionada por la angustia y la desesperación, Don Giovanni descendió del entrepiso encontrándose frente a frente con un escritorio de finas figuras que lo invitaba a enfrentarse a la escalera del entrepiso. Recorrió meticulosamente cada uno de los quintos renglones de la obra maestra para que, sin dejar de ver de reojo, mientras miraba el libro, la escalera del entrepiso, terminara por cerrar el volumen imposible sin conseguir resultado mas que la mayor sensación de extrañamiento.

Recorrió el sendero de los fornidos robles fundido en su sueño inconcluso solo para llegar al final y no mirar atrás.
Sin mas magia que la del camino amaneció en el prado oliendo el rumor a roció temprano. Exasperado por la densidad del aroma decidió alejarse, otra vez, del suelo e incorporarse con lo que quedaba de sus maltratadas extremidades.

Nunca hubiera imaginado el movimiento que produciría en su cuerpo el poco calido nombre del nombre, el insalubre nombre de Él.

Decidido a acercarse a lo oscuro de la biblioteca. Debió retornar al empedrado en que los carros ruedan y saltan. Para eso debía, otra vez, transitar el sendero de los fornidos robles.

Sin querer ni necesitar mirar el punto uno del camino iniciado la noche anterior decidió sin decisión transitarlo de espaldas. Cabalgarlo en su mente como un jinete sin cabeza.

Postrado en el gigante e inservible portal de la biblioteca, Don Giovanni, permanece inmóvil, otra vez, con la vista fija en el punto de fuga al final de la calle perpendicular al sendero.

Al cabo de un tiempo inmensurable vislumbra a través de la neblina un figura que no venia de atrás ni del costado, ni de adelante ni del otro costado. Había aparecido, neblina mediante, en medio de la calle.

Comienzan entonces, Don Giovanni, a moverse tus extremidades.
Otra vez, el nombre del nombre ha movido tu cuerpo.
Sin embargo, ¡que casualidad!, fueron dos los pasos necesarios para reconocerlo.
La primer inversión, sentado de espaldas al muro contrario al anaquel del libro, logro que fuera la escalera La Mirada y no vosotros, posicionando a Él por encima de ti y no por detrás.
La segunda inversión, caminando de espaldas al punto uno del sendero, logro que Eso, el libro sagrado repleto de pentagramas ilegibles no fuese mirado, posicionando a Él por delante de ti y no por encima.

Es momento, Don Giovanni, que develes lo que ha sido develado.
Que te des cuenta que Él, tu Dios inmodificable es Wolfgang Amadeus Mozart.
Que Eso, tu libro sagrado, es la opera que porta tu nombre.

Y vosotros, Don Giovanni, no eres mas de lo que queda de un trazo imborrable, una obra de arte y un sujeto inmortal, ¡Don Giovanni!.

Copyright (c) 2007 Pablo Linietsky

Es el movimiento que se opone al sentido de moverse de la mirada.
El lenguaje son exactitudes declaradas y algo más. Hablar es el develar aquellas exactitudes y algo más.


Aquello Además yaciente en el lenguaje esta compuesto por dos elementos; un agujero y movimiento.
Un movimiento que se opone a la quietud que atrapa del mismo agujero del lenguaje.

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